La pequeña Catalina, o Cata, como le decía su mejor amigo, un dragón llamado Dragón, era la que siempre inventaba una nueva golosina que luego sería "catada"...jajaja, por todos para seguir comiéndola hasta que les doliera la panza...
Todos en Caramelandia, guardaban su dulce tesoro "bajo siete llaves"...no, bajo cinco, literalmente.
El prototipo de cada golosina inventada y preparada por Cata se guardaba en un cofre colocado dentro de una caja de cristal, que había sido puesta dentro de un arcón de madera de abedul, protegido por un viejo tonel de roble de Hidromiel (ya en desuso...)... y este a su vez, descansaba sobre un eucalipto inmenso que había caído después de una tormenta, quedando como dormido, pero muy vivo todavía.
Sobre el enorme tonel, una pequeña cajita de música de plata, emitía unos sonidos embriagadores y la única llave que la abría estaba en poder de Cata, pero ella a su vez, y sólo para que todo fuera más divertido, la había colocado dentro de una cáscara de nuez que colgaba de una cuerdita en el cuello de su amigo Dragón.
Por eso, nadie pudo comprender cuando Duendinando (el extraño duende que podía vivir tanto en Caramelandia, como en cualquier otro reino), contó la noticia: alguien desde el vecino reino de la malvada Salada, había robado el cofre de golosinas.
Cómo había ocurrido eso?
Para qué quería la Salada aquel dulce tesoro, si ellos morían al probar azúcar o caramelos o chocolates?
Qué pasaría ahora con todos los carameles que habitaban Caramelandia?!!!!!
El gran Círculo de Maestros de reunió para tomar una decisión. Cata, Dragón y Duendinando estuvieron presentes la tarde de otoño que se tomó la gran decisión, y como todo el resto del pueblo sólo se limitaron a escuchar lo que se resolvía. Los Maestros decidieron que un pequeño grupo de carameles debería salir del reino en búsqueda del Tesoro robado... al día siguiente, se haría la elección de aquellos que cumplirían la importante misión.
"abedul del bosque de Caramelandia"
